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El concepto de ser adulto a menudo se reduce a una edad concreta: 18, 21 o cualquier otro número arbitrario con el que la sociedad nos considera «mayores». Sin embargo, muchas personas, a pesar de ser adultas por edad, mantienen una actitud infantil ante la vida. Puede que les cueste percibir la realidad con responsabilidad, manejar las situaciones con madurez o comunicarse sin recurrir a la culpa, el resentimiento o la manipulación. En el lado opuesto, algunos individuos se vuelven tan maduros, serios y sofisticados que olvidan por completo cómo disfrutar de la vida.
Ambos extremos pueden ser perjudiciales. Como seres humanos, necesitamos llevar la inocencia y la alegría de un niño dentro de nosotros y, al mismo tiempo, evitar comportamientos que muestren una incapacidad para asumir responsabilidades. Es esencial mantener un equilibrio en el que el niño interior aporte alegría y creatividad, pero el adulto garantice la responsabilidad y la toma de decisiones sabias.
Exploremos lo que significa ser adulto manteniendo las cualidades más valiosas de ser niño. Esta breve lista de comprobación puede ayudarte a comprender los rasgos necesarios para una vida armoniosa.
El niño interior representa la curiosidad, el asombro y un enfoque desinhibido de la vida. Pero, lo que es más importante, nos recuerda cómo experimentar el mundo plenamente, sin los miedos o limitaciones que tendemos a adquirir a medida que crecemos. Algunos de estos rasgos son:
Los niños no tienen miedo de expresar sus emociones abiertamente. Se ríen cuando algo les hace gracia, lloran cuando sienten dolor, se enfadan cuando algo les molesta y expresan su emoción sin vacilar. Como adultos, es esencial no reprimir nuestras emociones. Embotellarlas puede provocar tensión mental, y la capacidad infantil de expresar cómo nos sentimos libremente puede ser liberadora y saludable.
Uno de los rasgos más encantadores de los niños es su capacidad para hacer el tonto. No les preocupa ser juzgados. Juegan, imaginan y se ríen de las cosas más tontas. Los adultos a menudo pierden esta capacidad de jugar, pensando que tienen que ser «serios» todo el tiempo. Pero permitirse ser un poco tonto y divertirse puede revitalizar su espíritu.
Los niños no tienen miedo a equivocarse; aprenden del ensayo y error. Cuando éramos niños, el fracaso formaba parte del proceso de crecimiento. Como adultos, a menudo tememos los errores, considerándolos defectos personales. Sin embargo, reconocer que los errores son una parte natural de la vida te ayuda a crecer emocional e intelectualmente.
Los niños preguntan constantemente porque no se avergüenzan de no saber algo. Los adultos suelen sentirse presionados por tener todas las respuestas, pero es imposible saberlo todo. Darse permiso para pedir ayuda o reconocer lo que no se sabe es un signo de humildad y fortaleza.
Los niños exploran el mundo sin la expectativa de dominar todas las habilidades. Prueban nuevas aficiones, hacen preguntas y aprenden por curiosidad. Como adultos, a menudo huimos de las nuevas experiencias por miedo al fracaso o a ser juzgados. Pero mantener la curiosidad por el mundo nos mantiene abiertos al crecimiento y al aprendizaje.
Los niños crean sin miedo a las críticas. Pintan, dibujan, construyen e imaginan sin preocuparse de si será perfecto o bien recibido. Los adultos tienden a frenar su creatividad, preocupados por ser juzgados. Liberarse de este miedo y permitirse ser creativo puede desencadenar una inmensa alegría.
Los niños se alegran de las cosas más sencillas, ya sea jugar con un palo, soplar burbujas o ver cómo un insecto se arrastra por el suelo. Los adultos a menudo pasan por alto estas pequeñas maravillas de la vida, pero volver a conectar con la capacidad de apreciar las pequeñas cosas puede aportar una enorme felicidad.
La curiosidad lleva a los niños a explorar todos los rincones de la vida. Se preguntan «por qué» sobre el mundo que les rodea y no tienen miedo de sumergirse en nuevos temas. Este sentido del asombro es algo que los adultos deberían conservar, ya que alimenta el crecimiento personal y evita que la vida se vuelva monótona.
La edad adulta, sin embargo, no sólo tiene que ver con las cualidades lúdicas y alegres de un niño. Ser adulto conlleva una serie de responsabilidades y cualidades. Para ser un individuo maduro y equilibrado, es esencial desarrollar estas cualidades:
Ser adulto significa asumir la responsabilidad de tu vida, tus actos y tus decisiones. Significa reconocer que los resultados de tu vida están influidos por tus elecciones, y que no puedes simplemente culpar a otros de tus circunstancias.
Los adultos entienden que toda acción tiene consecuencias. Un individuo maduro piensa en cómo su comportamiento le afectará a él mismo y a los demás en el futuro, tomando decisiones con una visión clara de los posibles resultados.
La vida no siempre es fácil ni justa. Los adultos aprenden a aceptar que habrá victorias y derrotas. La capacidad de capear estos altibajos con resiliencia es un sello distintivo de la madurez emocional.
Un adulto maduro se acepta tal y como es, con sus defectos y todo. También extiende esa misma aceptación a los demás, dándose cuenta de que nadie es perfecto y que las personas merecen respeto y comprensión.
Los adultos entienden que es imposible saber o ser bueno en todo. Reconocen que todo el mundo, incluso los adultos, comete errores y tiene limitaciones.
Parte de ser adulto consiste en saber cuándo decir «no» y mantener los límites personales. Del mismo modo, los adultos entienden que los demás también tienen límites y los respetan sin tratar de manipular o controlar.
Los adultos no culpan a los demás ni al entorno de sus problemas. En su lugar, reconocen su propio papel en la creación de sus circunstancias actuales y se centran en cómo mejorarlas.
La gratitud es una parte esencial de la edad adulta. Las personas maduras aprecian lo que tienen, aunque no sea perfecto, y evitan buscar constantemente la validación externa o cosas materiales para ser felices.
Uno de los indicadores clave de la edad adulta es la capacidad de tomar decisiones con conocimiento de causa y atenerse a ellas. Los adultos comprenden la importancia del compromiso y la perseverancia.
Los adultos quieren y apoyan a los demás sin expectativas poco realistas. Mantienen relaciones basadas en el respeto mutuo, la comunicación clara y la confianza.
En momentos de crisis o dificultad, los adultos son capaces de recomponerse y encontrar soluciones. Mantienen la compostura incluso cuando se enfrentan a situaciones de estrés.
Ser adulto no significa perder lo mejor de la infancia. Significa integrar las cualidades de un adulto responsable sin renunciar a la espontaneidad, la curiosidad y la alegría de un niño. Mantener este equilibrio le permite vivir una vida plena y armoniosa en la que puede disfrutar tanto de la maravilla de los placeres sencillos como de la satisfacción de tomar las riendas de su destino.
Al alimentar al niño que llevas dentro y, al mismo tiempo, asumir las responsabilidades de un adulto, experimentarás la vida más profundamente, afrontarás los retos con fortaleza y disfrutarás de cada momento con una sensación de asombro. Esto es lo que significa ser verdaderamente maduro: una mezcla de la sabiduría de la edad adulta con el espíritu alegre de la infancia.