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¿Alguna vez has notado qué sucede con una manguera de jardín cuando la pisas mientras la riegas? El agua se acumula en un lado, sin poder fluir libremente, y eventualmente, si la presión continúa, la manguera podría reventar. Nuestra psique funciona de manera muy similar. Cuando suprimimos las emociones, estas se acumulan, crean presión y eventualmente pueden llevar a explosiones emocionales. La clave para el bienestar emocional es aprender a “desbloquear” esta presión y liberarla de manera segura, evitando desbordamientos emocionales dañinos.
En este artículo, exploraremos por qué es esencial experimentar las emociones en lugar de suprimirlas, qué sucede cuando reprimimos nuestros sentimientos y cómo procesar las emociones de manera segura para mejorar la salud mental y física.
Todos hemos escuchado la frase “pensamiento positivo”, pero a menudo se malinterpreta. Muchos creen que significa que debemos estar felices y de buen humor todo el tiempo, lo cual no es realista. Los seres humanos experimentan una amplia gama de emociones: alegría, tristeza, ira, frustración, amor, miedo y todo lo que hay entre ellos. Tratar de estar en un estado constante de positividad niega nuestra complejidad emocional.
Suprimir las emociones—ya sea tensión, ira, agresión o irritación—no es la solución. Estas emociones tienen derecho a existir. Si nos prohibimos expresar emociones negativas, no desaparecen; se acumulan dentro de nosotros y crean tensión interna que se manifiesta física y mentalmente. Con el tiempo, la acumulación de emociones no expresadas puede llevar a problemas de salud emocional e incluso física.
Las emociones negativas a menudo se consideran inaceptables en muchas situaciones sociales, lo que lleva a su supresión. Muchos de nosotros crecimos en hogares donde las emociones “malas”—como la ira o la tristeza—no eran toleradas. Los padres a menudo animan a sus hijos a ser “buenos” y bien educados, enviando sin querer el mensaje de que ciertos sentimientos son indeseables o incorrectos. Como resultado, el niño aprende a asociar las emociones negativas con el rechazo o el castigo.
Por ejemplo, un niño puede escuchar frases como “¡Deja de llorar!” o “¡No te enojes!” repetidamente. Con el tiempo, el niño empieza a internalizar la creencia de que cuando expresa estas emociones, es “malo”, y la gente no lo querrá. Esto puede llevar a la supresión de sentimientos en aras de ser amado o aceptado. Sin embargo, suprimir las emociones no las hace desaparecer; solo las entierra más profundamente.
A medida que crecemos, este hábito de suprimir las emociones a menudo conduce a convertirse en emocionalmente “discapacitados”. Las personas pueden tener dificultades para expresar tanto las emociones negativas como las positivas, incapaces de llorar, reír a carcajadas o mostrar alegría. Estas emociones permanecen atrapadas dentro del cuerpo, eventualmente llevando al desarrollo de síntomas físicos.
Al igual que el agua en la manguera que ha sido pisada, las emociones acumulan presión dentro del cuerpo. La energía que debería expresarse queda bloqueada, y si no se controla, puede llevar a enfermedades. La supresión emocional prolongada puede conducir a afecciones crónicas como migrañas, problemas gastrointestinales, presión arterial alta y varios trastornos psicosomáticos. La energía reprimida necesita una salida, y si no se libera, puede manifestarse como agresión interna, auto-crítica o incluso daño físico.
Cuando las emociones se retienen constantemente, llega un momento en el que la presión es demasiado. Al igual que una manguera reventada, la persona puede experimentar una “explosión” emocional en forma de una rabieta, un ataque de pánico o un colapso. Estas liberaciones súbitas de emociones pueden ser dañinas, no solo para el individuo, sino también para quienes lo rodean.
La supresión crónica de emociones también puede empeorar las condiciones de salud existentes o crear nuevos síntomas psicosomáticos. Por eso es tan importante aprender a reconocer tus emociones y liberarlas de manera saludable, antes de que causen daño.
La solución no es suprimir las emociones, sino reconocerlas y procesarlas de manera segura. Aceptar tus emociones, en lugar de negarlas, es el primer paso hacia la salud emocional. La próxima vez que sientas ira, tristeza o frustración, intenta etiquetarla: “Estoy enojado”, “Estoy triste” o “Me siento frustrado”. Al nombrar tu emoción, le das permiso para existir. Esto ayuda a reducir la intensidad de la emoción, permitiéndote manejarla de manera más efectiva.
Una vez que hayas reconocido tus sentimientos, es importante encontrar una manera saludable de liberarlos. Aquí hay algunos métodos simples que puedes usar:
Actividad física: Realizar actividad física regular, como correr, bailar, practicar yoga o incluso limpiar, puede ayudar a liberar la energía emocional reprimida. El esfuerzo físico ayuda a mover la energía estancada a través del cuerpo y reducir el estrés.
Música y arte: La música tiene un impacto poderoso en nuestras emociones. Cantar, tocar un instrumento o escuchar música que resuena con tus sentimientos puede ayudarte a expresar emociones de manera no verbal. El arte, como la pintura o el dibujo, también puede ser una salida creativa para la expresión emocional.
Hablar sobre ello: No te lo guardes. Si te sientes molesto o frustrado, busca a alguien con quien hablar. Ya sea un amigo, un familiar o un terapeuta, discutir tus emociones puede ayudarte a procesarlas y obtener perspectiva. No tienes que enfrentar emociones difíciles solo.
Mindfulness y meditación: Practicar mindfulness te permite ser más consciente de tus emociones a medida que surgen, sin juicio. La meditación puede ayudarte a observar tus sentimientos desde una distancia, permitiéndoles pasar sin volverse abrumadores.